martes, 12 de junio de 2007

Tobi MithBuster Trilogy: “Los hombres son feos, hediondos y peludos” Episodio uno: La fealdad


Evasivo tema es el de la fealdad. Siempre adoctrinados desde pequeños, los tobianos nunca buscamos sobresalir en este tema. Aceptábamos a veces sin mucha convicción que éramos feos y sin mucha gracia. La belleza era un reino reservado para el género femenino con tanto concurso de belleza y tratamientos faciales. Para nosotros solo bastaba no hacer el ridículo. Quizás por eso nos cuesta cada vez más encasillar a una mujer como fea.

En los ochenta era más fácil ya que era la tiranía de la belleza facial. Catalogábamos a alguna compañera de curso de diosa sin haberle visto ni los tobillos. Belinda Carlisle, Michael Pfeiffer. Bellezas con bettle, a las que solo les bastaba un rostro celestial para cautivarnos. Como olvidar el poto de tabla que lucía sin pudores Olivia Newton John en Grease. En ese entonces una mujer con mala cara era catalogada simplemente de fea sin derecho a apelación. Hoy nos hemos vuelto más democráticos, más permisivos y tolerantes (a Dios gracias). Nos cuesta decir que una mujer es fea. En realidad escuchamos a pocos Tobianos esgrimir semejante calificativo, y quien lo hace levanta en el acto nuestras sospechas del nivel de testoterona en su sangre. Y esto porque sabemos que la cosa no es tan simple. Más que feas, consideramos que algunas son “porfiaditas de cara”, “simpaticonas” o “mahometanas” ya que un buen culo o un épico par de tetas hacen que califiquen absolutamente como menú del sábado. En otras palabras, como vamos a clasificar a alguien de fea cuando a lo mejor puede terminar como parte de nuestro currículum. En este sentido somos más piadosos los tobianos.

Son pocas las mujeres de frentón feas, pero de que las hay las hay. Y más que una cosa de geografía diría más bien que es una cosa de expresión. Es esa cara de asco tan consolidada en esas “viejas de mierda” con el chau-chau en brazos, ese maquillaje recargado o de frentón aplicado sin talento, el que nos mata las pasiones. Esa voz de pito o el peinado alegórico el que crea esa expresión humorística que afea tanto a una mujer, a la que le bastaría para escaparse de semejante condena solo un buen fashion emergency. Podríamos decir que para un buen tobiano no hay mujer fea sino solo “mal arreglada”. Mal que mal como decía mi abuelo, “todo saco con hoyo es poncho”.

Ahora, es en boca de una mujer donde la palabra fea toma rivetes de arma blanca. Nunca he escuchado un “fea” pronunciado con mas sorna y desprecio que de boca de una mujer hacia otra. Se acaban los argumentos y las ideas y emerge el: “y más encima fea la weona” como la máxima desacreditación al ser humano. !!Y después nuestro género es el superficial!!. ¿Se imaginan peleandose en un bar y esgrimiendole un: "¡¡weon feo!!!" al enemigo como ataque?. La mujer vive y sueña en la cultura de la belleza corporal desde la infancia. Si la dejaran un poco de lado seguramente la historia del arte universal no sería el campo totalmente masculino que es.

Pero donde el concepto de la fealdad se expande, se contrae y se disloca a voluntad es a la hora de catalogar la "fealdad" masculina desde Lulú. “Para las mujeres - me decía una militante autocrítica - no existen los hombres feos, existen los hombres pobres”.

Como no rememorar el caso Zamorano, nuestro Trans-pichichi. El feo de los feos por excelencia. Algo le pasó a este cabro, a los ojos de las chilenas, desde su militancia en Trasandino hasta su retorno triunfal desde el Real Madrid. Uno tiene que escuchar una cantidad insoportable de eufemismos por la verguenza de asumir lo evidente: “no, si es tincudo”, “es como massho”, “tiene un no se que animal”. No, no tiene un no se que, el weon tiene plata y punto.

Hasta cuando van a esconder ese materialismo acérrimo que se encuentra debajo de toda la parafernalia romanticona femenina Disney. Para que estamos con cosas, no hay nada que hermosee más aun hombre que una buena y abultada cuenta corriente. No por nada no existen cuentos ni novelas rosas con titulos como “El mendigo de mis sueños” o finales como “..y vivieron felices y humildemente para siempre”, por lo que podemos deducir que atrás de la aseveración que los hombres son feos, hay más bien un menosprecio social a un tipo de hombre. Si es pobre y feo, doblemente feo.

El tobiano se luce así no más, naturalcito, casi como Dios (que también es hombre) lo hecho al mundo. Salimos sin avergonzarnos y sin pasar plancha con el solo escudo de un buen jabón, shampoo y alguna loción. No vengan acá mujeres a enrostrarnos con mucho menosprecio el cetro del “género bello” cuando tienen que apelar a un montón de tiempo y al complejo industrial de la cosmética completo para clasificar como ninfa urbana, cetro que muchas veces, como dije, les cae más por la generosidad calenturienta tobiana que por méritos propios.


Tobi

Coming soon: Episodio II: La hediondez